No puede ser, no puedo ser.
Miro el borde quemado del mapamundi
los límites se funden, se diluyen en el mar,
observo con terror el trazo difuso
Miro el borde quemado del mapamundi
los límites se funden, se diluyen en el mar,
observo con terror el trazo difuso
la
sensación de que esto se va perdiendo
de que estoy perdiéndome de a poco,
de estar mirando como un espectador en primera fila
un crítico pasivo, vacío de emociones,
soy carne ajena, pudriéndose en soledad
la intemperie me destruye poco a poco
mientras mil moscas se nutren del veneno.
Morirán en segundos
o seguirán zumbando alegres,
deshechas por dentro
llenas del mismo vacío aquel
que no alcanza a lastimarlas, a tocarlas.
Muerte lenta que me corroe
que me despierta con asco, transpirando,
en el silencio y el tufo de la cama al mediodía,
el momento insoportable de no querer más.
Caras desfilando en la resaca,
manchadas de dientes blancos
de risas que no logro retener
de certezas frágiles,
acechándome desde un pasado falso.
Y, sin embargo, cuando chocamos soy yo el que estalla
el que no puede dejar de pestañear, de huir
con el presente entre las piernas
ajeno a todo,
y me huyo, me parto, me fragmento,
las astillas de vidrio explotan
atravesándolo todo como neutrinos
indiferentes a lo que me rodea y me aleja
a trescientos mil kilómetros por segundo
y me lleva a un planeta frío
donde nada me alcanza
donde la luz olvida
donde los ángeles ya no sangran
un lugar donde la ausencia es el polvo que lo cubre todo.
de que estoy perdiéndome de a poco,
de estar mirando como un espectador en primera fila
un crítico pasivo, vacío de emociones,
soy carne ajena, pudriéndose en soledad
la intemperie me destruye poco a poco
mientras mil moscas se nutren del veneno.
Morirán en segundos
o seguirán zumbando alegres,
deshechas por dentro
llenas del mismo vacío aquel
que no alcanza a lastimarlas, a tocarlas.
Muerte lenta que me corroe
que me despierta con asco, transpirando,
en el silencio y el tufo de la cama al mediodía,
el momento insoportable de no querer más.
Caras desfilando en la resaca,
manchadas de dientes blancos
de risas que no logro retener
de certezas frágiles,
acechándome desde un pasado falso.
Y, sin embargo, cuando chocamos soy yo el que estalla
el que no puede dejar de pestañear, de huir
con el presente entre las piernas
ajeno a todo,
y me huyo, me parto, me fragmento,
las astillas de vidrio explotan
atravesándolo todo como neutrinos
indiferentes a lo que me rodea y me aleja
a trescientos mil kilómetros por segundo
y me lleva a un planeta frío
donde nada me alcanza
donde la luz olvida
donde los ángeles ya no sangran
un lugar donde la ausencia es el polvo que lo cubre todo.